Angelópolis – De la Serie Andanzas a Pie

Autor: Santiago Zapata Serna

Dicen que el mundo no está en los libros o en los mapas, sino que está ahí afuera, esperando ser explorado y descubierto. También dicen que la emoción quita el sueño, lo cierto es que el día antes de una caminata no hay como combatir la emoción y alegría solo por el mero hecho de imaginar los paisajes y aventuranzas que se tendrán al salir. Por último, decía Albert Camus “no camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guie. Camina junto a mi y sé mi amigo”. Y es que en cada caminata uno se aleja de su individualidad, asociándose con el otro para formar una colectividad que se apoya mutuamente, esparciendo ánimo y de motivación para continuar sin importar cual difícil o tedioso sea el camino.

En esta ocasión la andanza a pie me llevó a AngelópolisLa ciudad de los ángeles. Por cuenta propia y como sugerencia de un caminante, investigar no sobra y así llegué a enterarme del origen de su nombre. Como contexto, en 1887 símil a lo que sucedería con el resto de los municipios del suroeste antioqueño, la fiebre del oro había cautivo el interés de sus fieles devotos hacía estas tierras. Como segundo acto representativo que también caracterizaba la época, la iglesia, representada por el presbítero Joaquín Maria Giraldo -de quien en el parque principal se tiene una estatua en su honor- instaló este pequeño pueblo entre la inmensidad del bosque que se destaca a lo largo y ancho de su territorio. En honor al establecimiento del territorio, se declararon los Santos Ángeles de Dios como patronos del pueblo y así se llegó a conocer posteriormente este municipio.

En el recorrido que comenzó bordeando un pequeño arroyo, logramos -semejante al crítico de arte que contempla una obra- detenernos. Nos olvidamos del frenético vaivén de la vida y disfrutamos. Disfrutamos la adrenalina de escalar una empinada ladera a punta de una cuerda y escalera artesanal. Sentimos al igual que las piedras que se acomodan en el rio, el agua pura fluir al caminar entre ella. Respiramos el aire puro que nos brindan los majestuosos gigantes verdes y la bella flora que crece alrededor. Recibimos con brazos abiertos la brisa fresca que climatizaba nuestros cuerpos mientras escuchábamos la hermosa sinfonía natural orquestada por la madre tierra. Por último, contemplamos paisajes que solo en la mente quedarán. Tanto así que contemplando aquella inmensidad verde que representaba la Reserva Natural del Romeral, mientras se acercaba el ocaso y la luna se asomaba tímidamente, recordé dos frases. La primera de San Francisco de Asís decía él que los mejores cuadros religiosos eran los naturales. La segunda es de El Principito. Al reflexionar hay muchas cosas que no podemos ver: la alegría que esconde una sonrisa, el amor que reflejan los ojos, la sensación de bienestar y placer que produce estar en contacto con la naturaleza y contemplar sus obras. En fin cuánta razón tenía aquel zorro al revelar su secreto “Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.

La invitación es sencilla, los invito a andar a pie. Dense la oportunidad de recorrer nuestra tierra, de hacerlo mirando desde otra perspectiva, más detenidamente, más conscientes…. Vivan y contágiense de la alegría de compartir con los demás, de lo que produce apoyarse en el otro, en extender una mano para superar un obstáculo y cruzar miradas con desconocidos que al final se convierten en amistades. No olviden empacar un lápiz, aquel lápiz viajero que te acompañará en tus andanzas, anotando tus experiencias. Quien quita que te nazca una sonrisa al escribir unas cuantas palabras en papel tras revivir bellos momentos en la grabadora de tu mente.  

Escrito por: Santiago Zapata Serna

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