Hace un par de días, estuvimos acampando en el Río Melcocho, uno de los ríos más cristalinos de Colombia. Un grupo de 20 personas que lo único que querían era desconectarse del bullicio de la ciudad y poder disfrutar de este paraíso.
Vivir esta experiencia, estar allá y compartir con nuevas personas, despertó en mí el deseo de escribir, cuestionarme e investigar un poco sobre un tema que en los viajes nos toca vivir la mayor parte del tiempo:
La incomodidad como punto de partida
En la noche del sábado fuimos —casi sorprendidos— por una lluvia que no cesó hasta la madrugada del día siguiente. Nos tocó incluso en medio de la lluvia, armar algunas carpas y organizar el espacio en donde íbamos a pasar la noche. Había rostros preocupados y algunos cuerpos cabizbajos sobre la mesa. A pesar de ello, muchos sonreían y lanzaban miradas llenas de ilusión.
Fue en ese momento donde me pregunté a mi misma con mucha curiosidad ¿por qué estábamos allí? ¿por qué elegir para esa noche una carpa en vez de una cama? ¿por qué arriesgarnos a mojarnos por la fuerte lluvia que podía filtrarse por las laderas de la carpa? y la más importante que resume todo esto: ¿por qué incomodarnos?
Entendí entonces que, necesitaba sentir esa incomodidad para poderla comprender. Comprender que, quien se estaba preguntando todo esto no era más que mi ego pretendiendo aferrarse a lo “seguro”, a lo común, a lo conocido.
Para el ego, habitar, estar y permanecer en la zona de confort, siempre será la mejor opción, porque sentimos que nada malo puede pasar e incluso podemos predecir la mayoría de las cosas que pueden suceder. Tampoco hay cambio ni nada nuevo para recibir.
El ego entonces, ante situaciones por fuera de nuestra zona de confort, nos ordena actuar y a veces a reaccionar de forma inconsciente. Por ejemplo, la queja es una de estas respuestas del ego que está incómodo y quejarse es siempre falta de aceptación de lo que es. Cuando nos quejamos, nos convertimos en una víctima y la situación se apoderará de nosotros, cegándonos de ver el aprendizaje que siempre se esconde tras la dificultad. No permitamos que nuestro espacio interior se llene de negatividad ante situaciones que nos retan.
Luego de ver esta situación con nuevos ojos, comprendí también que, hay incomodidades que nos hacen mover —tanto interna como externamente— y al movernos, hay cambio. Es un punto de partida para un nuevo comienzo; y los nuevos comienzos, están llenos de posibilidades. Posibilidades en donde aceptamos la dificultad y le abrimos espacio en nuestro interior a los obstáculos para poder así, crecer y transformarnos, forjando un carácter más despierto y más consciente para afrontar las situaciones más difíciles en nuestras vidas.
Por último, en la incomodidad también hay gratitud. Y volver a esta virtud siempre será un regalo. Sobre todo cuando hay momentos difíciles y retadores en los que nos enfrentamos a mucha incertidumbre y angustia. Con la gratitud, damos valor a las cosas que tenemos en el presente y que muchas veces, no valoramos en absoluto. Agradece entonces, la oportunidad que estás teniendo para crecer y expandirte hoy.
Así que la invitación es que nos permitamos sentir cómodos en la incomodidad para poder crecer. Porque sería lamentable, sentir incomodidad y permanecer igual. Tomemos la decisión de cambiar de lugar —o al menos de perspectiva— cuando la incomodidad aparezca, porque así, todo sería más fácil y liviano. Se trata entonces de hacerle frente y encararnos a nosotros mismos.
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