Autora: Sandra Edilma Velásquez
El día empezó un poco frío. Siendo las 5:00am, sonó el despertador; un poco dormida aún, escuché el sonido de la lluvia, como llevamos muchos días de calor, pensé «me alegra un poco de agüita del cielo». Dejé la cama, tomé una ducha rápida, terminé de empacar, tomé una bebida caliente y salí rápido de casa a tomar el metro para llegar temprano al sitio de encuentro: la estación Niquía. Tocaba recorrer casi todo el trayecto del metro. Cuando salí de casa vi las calles solas, mojadas y me dije: qué goma la mía, todos durmiendo plácidamente y yo con estás ganas de salir a encontrarme con el verde de la montaña, de los árboles, caminar, visitar el campo… ¡qué felicidad!
En la estación tomamos el transporte a Barbosa, un viaje rápido y tranquilo, estando allí recordé que visité ese parque con otro recorrido muy chévere por la antigua vía del tren hace ya algunos meses. Tuve tiempo de comer algo y tomarme un café, para encontrarnos luego en el atrio y observar los lugareños madrugadores entrando a la Iglesia o caminando en el parque. Nos reunimos al rededor de Mariana -nuestra guía y líder-, e hicimos presentación del grupo, el calentamiento y una activación para empezar el recorrido inicialmente por una vía principal: la autopista norte, para luego tomar el camino a la vereda Montañitas.
En el primer tramo tuve una vista maravillosa, transitamos un túnel verde de grandes árboles, muchos de ellos son cámbulos, que por esta época del año adornan el suelo con sus hermosas flores naranjadas. En esta parte nos encontramos un gran número de personas con sus bicicletas o con sus atuendos deportivos haciendo caminatas. Además, los campesinos transitando hacia el centro de Barbosa. Un trayecto muy chévere en compañía del trinar de los pájaros y el sonido del agua de una quebrada, la que posiblemente estaba apunto de alimentar el río Medellín.
Ya en la segunda parte, abandonamos el terreno plano del primer tramo para empezar a subir, una carretera de rieles un poco empinada con lindas y coloridas casas campesinas alrededor, algunas con sus gallinas, patos y perros, de los cuales uno decidió seguirnos; se quiso incluir en el grupo y creo que tenía una labor importante: distraer las vacas de uno de los porteros que luego cruzamos, parecía que lo conocían y no estaban felices con su presencia, afortunadamente no fue así con el resto de invasores de su espacio, pudimos pasar sin problemas y continuar ascendiendo por las montañas, esta vez por grandes potreros, hasta llegar a una antena de telecomunicaciones que habíamos avistado desde la carretera, de la que Mariana nos dijo «hasta allá vamos a subir», era el referente, se veía bastante alto y lejano, pero en realidad se hizo fácil y lindo el camino para todo el grupo.
Llegamos a «una manguita» muy chévere para hacer un pausa, con una hermosa vista del Valle de Aburrá, en especial de Barbosa y la zona norte. Allí tomamos fotos, -que no faltan- y algunos estuvimos trepando grandes piedras o posando encima de ellas, creyéndonos muy extremos (salí con un gran raspón en los brazos), en fin, el camino continuó, ya faltaba poco para un aliciente que muchos esperábamos con ansias: llegar a la quebrada a disfrutar de una linda cascada y por supuesto a almorzar, porque ya nos lo merecíamos.
La quebrada y su cascada… ¡Qué paisaje tan lindo! Sus aguas no estaban del todo cristalinas, por eso sentí un poco de susto para sumergirme, pero al ver que no era hondo el pequeño pozo formado allí, nadé tranquila y me senté en un «huequito» junto a las rocas, para que el agua de la cascada masajeara mi espalda: una delicia, es una terapia bastante relajante. Luego salí para almorzar… ¡llegó la hora feliz! En un rinconcito, bajo la sombra de los árboles algunos disfrutamos los alimentos, observando los visitantes con sus mascotas que disfrutaban felices de un rico chapuzón.
Tomamos luego el camino de regreso, por el borde de la quebrada, ya faltaba poco para terminar este hermoso sendero, eso lo comprobamos al regresar junto a la autopista, al tramo de grandes árboles donde empezamos el recorrido. Antes de llegar al parque y despedirnos, Mariana dirigió un estiramiento muy chévere y necesario para el descanso de las piernas, para agradecer a este bello cuerpo que nos permite movernos, explorar, acercarnos y disfrutar de las montañas, el campo, la aquebrada y la naturaleza.
Finalmente, ya a punto de tomar el bus de regreso a la ciudad, nos sentamos algunos de los participantes con Mariana a disfrutar una rica limonada y conversar un poco, allí ella nos contó sobre este bello proyecto del blog colectivo, yo, como usualmente me pasa, de una pensé en participar. Escribir es un ejercicio que me encanta, me encarreta muchísimo, se me pasa el tiempo volando cuando lo hago y bueno, creo que es genial conservar un registro de las experiencias vividas, en especial de los viajes, de grandes y pequeños recorridos.
Para mí, caminar y hacer senderismo significa una experiencia muy grata, me recarga de energía, me permite respirar, me llena de paz, de calma, de tranquilidad; me conecta con el campo, el silencio, la naturaleza y con la madre tierra; me permite entrar en contacto con el origen, con la esencia, esa de la cual a veces, nos vemos tan desligados encerrados en oficinas, absorbidos por las ocupaciones, inmersos en una selva de cemento. Por todo esto, estás palabras son un intento de perpetuar esas sensaciones, esa conexión que generan en estos espacios, conmigo misma, pero además con el aire fresco de las montañas, el agua refrescante de la quebrada, el trinar de los pájaros, el calor abrazador del sol que nos acompañó en el recorrido, el verde de los árboles y de la manguita suave a nuestros pies, el azul del cielo y todo el colorido de los bellos paisajes que se abrían a nuestros ojos… Un alimento genial para los sentidos, el cuerpo, el alma y el espíritu.
Otros textos sobre estás y otras experiencias los he recogido y comparto en el sitio web www.sanadhi.com
Amorosamente,